Ilusionar a alguien admirable es emocionante. Si además esa persona guarda el aura del marino ilustrado rezumando nobleza, inteligencia y coraje; dispuesto a batirse contra los elementos porque su corazón le dicta que es justo, la cosa roza el orgullo. Pero si encima se encarga de profundizar en su conocimiento sobre el mensaje ilusionante original y te lo devuelve mejorado en forma de artículo que será leído por muchas personas que a su vez pueden repetir el proceso indefinidamente... entonces ocurre algo aún más insólito: se siente uno comprendido.
El tiempo del cartero
2 comentarios:
Somos muchos Fernando, ahora hasta el Imperio se ha dado cuenta de su craso error de considerarnos subditos de segunda clase. Avante! Todo a Babor, siempre a babor!
Hay que empezar,POR DERECHO, a reivindicar y a (re)inventar la palabra...CIUDADAN@...
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