Cuento los días para que comience la semana santa, cuento los minutos y las horas hasta que llegue el momento en el que mi niña, mi perro y yo, partamos a nuestro particular paraíso secreto. No se confundan, en nuestro paraíso no hay cirios, ni tipos con picudos sombreros que deambulen alrededor nuestra, ni mortecinos cadáveres paseantes de hace dos mil años. Nada de eso. Pero aún así algo dentro de mí me dice que es racionalmente más sagrado que todo eso. La naturaleza perdida de un rincón poco visitado, poco contaminado por eso que viene a llamarse civilización, donde por las noches solo rompe el valioso silencio algún búho y el rumor tranquilizador de un riachuelo. Un lugar divino y solitario en el que permaneceremos ocultos mientras pueblan las calles de nuestra ciudad esas personas que creen en serpientes que hablan.
1 comentario:
yo tambien cuanto las horas que quedan.
Y haces bien en no nombrar el lugar, así seguira siendo nuestro retiro secreto.
bs
Publicar un comentario